Una sesión memorable - A memorable session
Abstract
La mañana del 22 de marzo pasado, en el Centro de convenciones Estelar de Cartagena no tuvo precedentes diagnósticos para la especialidad en el país.
Era el segundo día del V Simposio SCCP Seguri- dad del paciente. Divididas por un descanso de media hora, las dos sesiones: Temas esenciales y Turismo médico en Colombia, sin previa concertación, los nue- ve ponentes; cuatro cirujanos plásticos, tres anestesiólogos, un patólogo forense, un speaker de firma farmacéutica, dos coordinadores y los numerosos participantes del auditorio, llevaron el análisis más allá de los límites que fijaban los títulos.
Tanto, que al final uno de los asistentes concluyó: “Lo que ha ocurrido aquí es lo más importante de los even- tos científicos de la especialidad en los últimos treinta años”. Otro más veterano, agregó “en los últimos sesenta, por lo menos”.
¿Qué pasó? Nada más que la verdad. Un ejercicio multidisciplinario de revisión crítica y autocrítica sobre la morbi-mortalidad en cirugía plástica, enfrentado sin paliativos ni analgesia.
A esta Revista Colombiana de Cirugía Plástica y Reconstructiva, representada por su director, le cupo la responsabilidad de prologar y por ende plantear coordenadas.
Primera. La seguridad del paciente antes qué asunto técnico, es asunto ético, y siempre asunto de comu- nicación. El compromiso primordial del médico, el hipocrático “primero no hacer daño”, parte para el cirujano plástico del reconocer siempre que todos sus actos entrañan riesgo y que las decisiones que los motivan son en principio de conciencia y albedrío. De discernimiento de bien y mal. De anteponer el sentido moral a las conveniencias personales, las convenciones sociales y hasta las leyes, en cuanto que relativas y sujetas a interpretaciones admitan justificación, excusa e impunidad.
Ese juicio íntimo, que no se puede posponer al resultado, como postula el pragmatismo utilitario y que por el contrario debe preverlo con sus consecuencias, es la columna central del criterio médico.
No dejar de asumir la cirugía como agresión a la integridad anatómica, homeostática y mental del paciente, y por tanto mal necesario, último recurso en pro de la sanación. Intervención a la que se llega solo cuando la ética no da lugar a la inacción o el diferimiento. Cuando ha pasado la oportunidad del mejor prevenir que curar, entonces es cuando hay que asegurar que el remedio, no sea peor que la enfermedad.
Empezando por definir la necesidad, el qué, cuándo, cómo, dónde, con qué, con quiénes y, sobre todo, si las probabilidades y el beneficio del paciente, compensan su esfuerzo, sufrimiento y riesgo.
La plástica, especialidad de la forma y la felicidad, está marcada por tres particularidades. No confinamiento anatómico. Esencia estética; toda reconstrucción es estética y toda estética es reconstructiva. Opciona- lidad, no es a vida o muerte.
Su evolución histórica, hasta ser aceptada como integral en la atención de salud fue lenta, difícil y controvertida. Muchos prejuicios ha debido vencer en el desarrollo de su destreza y confianza reconstructivas. Las qué empujadas por la demanda y el mercado, fueron ampliando los límites de invasión, duración y trauma. Ya, no en busca solo de restauración, sino del embellecimiento, el ultra embellecimiento (cosmética) y la fantasía.
En 1978, el trascendental acuerdo de la OMS, en Alma Ata; La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y es un derecho humano fundamental. Admitía de lleno la cirugía plástica en esta definición de salud, bienestar, necesidad y derecho. Ello, debió sellar la discusión y las oposiciones moralistas. Sí, está bien operarse para lucir mejor.
Sin embargo, estudios que hoy señalan estadísticamente, y por mucho, a nuestra especialidad entre todas, como la más implicada en eventos quirúrgicos adversos, con mortalidades que incluso superan las de accidentes de tránsito en algunos países, motivan alar- ma social, miedo en los pacientes y respuesta de medios y estado. Hasta representar un problema de salud pública. Nunca estuvo la especialidad tan cuestionada, juzgada y prejuzgada.
Son evidencias que impetran preguntas éticas antes que técnicas sobre nuestras decisiones. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo resolvemos la presión social sobre pacientes y cirujanos? ¿Cómo no caminar la cuerda floja tras espejismos? ¿Cómo responder a la opinión pública?
¿Cómo satisfacer las exigencias culturales, de una so- ciedad del espectáculo y su estética espectacular? ¿Cómo minimizar el azar, magnificar la certeza, y proteger la salud? ¿Qué hacer con la demanda y oferta irresponsables?
¿Cómo no estimular ni ceder a expectativas ilusorias?
¿Como no rendirse al automatismo de que si uno, dos, tres, diez pacientes… no terminan lesionados la técnica es infalible y hay que venderla como tal, cuando las pérdidas son realidades?
Para contestar a todo eso es que la SCCP ha convocado este simposio año tras año, desde hace cinco. Indispensable, porque como toda especialidad somos una “red de información”. Un universo de profesionales que hablamos el mismo lenguaje, usamos los mismos canales, afrontamos los mismos problemas, buscamos las mismas soluciones, compartimos las mismas técni- cas, y por lo tanto estamos obligados a comunicarnos o perecer.
Comunicación es la palabra. Sin embargo, paradójicamente, durante las últimas tres décadas la nueva tecnología digital y su infinita conectividad y caudal de información, no han redundado para nuestros pacientes y nosotros en mayor seguridad.
Pues, el volumen de datos per se no da sabiduría ni acierto. Estos dependen de su calidad y de lo que se haga con ellos. El asunto sigue siendo ético antes que técnico. Incluso, así la información sea honesta, objetiva, veraz, autocorrectiva, científica, no basta. Ahí está la historia.
El conocimiento científico es una herramienta, (maravillosa sí), pero una herramienta en fin, cuya perfección y eficacia igual sirve para bien o para mal. Es el uso el que infunde connotación moral. La farmacología para la cura o el homicidio. Las neurociencias para la educación o el engaño masivo, la Inteligencia Artificial para la liberación o la sumisión de la humanidad. Y el conocimiento quirúrgico, lo vemos, para la seguridad o la inseguridad del paciente.
Con la coordinación de Tatiana García y Minyor Avellaneda, las ponencias se presentaron en en el siguiente orden:
Seguridad y comunicación, Jorge Arturo Díaz.
Seguridad en nuevas tecnologías y procedimientos en cirugía plástica: evaluación y perspectivas, Anet Eijaek. Un enfoque multinivel para la reducción de mortali-
dad en cirugía plástica, Edna Matute.
Complicaciones durante un año en una clínica de cirugía plástica en Colombia, William Peña.
Principales causas de morbimortalidad en una unidad de cirugía ambulatoria y cómo prevenirlas, Juan Carlos Vélez.
Análisis de 300 complicaciones en cirugía plástica estética (Clínica Shaio), Celso Bohórquez.
Mortalidad en cirugía plástica: del evento adverso al impacto poblacional, Luis Fernando Álvarez.
Lecciones de 200 casos: análisis patológico de la mortalidad en cirugía plástica, Jorge Eduardo Paredes.
Actualización de protocolos para una cirugía integral segura, Juan Guillermo Reyes.
Al final de ellas y de la rica discusión que motivaron, flotaban en el auditorio dos viejos conceptos: uno, la premisa que las abrió; la seguridad del paciente, antes que asunto técnico, es asunto ético. Y el otro, una conclusión; sí, errar es humano…, enseña, ha sido el camino de la ciencia, pero en cirugía, perseverar en el error o jugarlo al azar en la feria de las ilusiones es inhumano.
Referencias
1 V Simposio Seguridad del paciente, SCCP, Cartagena 22 de marzo de 2025